sábado, 17 de marzo de 2012

Ad eternum


Ahora que he terminado El Desencantador, es hora de emprender nuevos retos literarios. Por supuesto, ahí están Queridos niños y Pudor es una palabra antigua, pero son dos libros que necesitan maduración, lecturas, correcciones... en definitiva, mucho tiempo. Dado que escribo todos los días, me gusta contar con proyectos a largo plazo que me proporcionan estabilidad. Quiero decir con esto que no es lo mismo ponerse a escribir sin dirección establecida, improvisar, o seguir el texto donde lo dejaste el día anterior.
      Cuando me puse con El Desencantador a finales de diciembre, pensé en tal vez comenzar una saga de literatura fantástica. Sólo necesitaba aportar algo de mitología a la novela, y me puse a ello. De hecho, todo el trecho final de la aventura de Damián consiste en mitología, fuerzas superpuestas, Historia de su mundo. Como ya he establecido el origen de todo ello, sólo queda darle forma a una nueva historia dentro del universo que creé en la novela original.
      La verdad es que llevo varios días madurando la idea y empieza a tener sentido, y promete tener mucha fantasía, algo de ciencia-ficción, superpoderes... muy de género, sí, aunque intuyo el drama. Estoy creando a los personajes poco a poco, prefiero no apresurarme, y empiezo a barajar conceptos y títulos futuribles: Eternos o Los siete eternos. Algo así. Naturalmente, se trata otra vez de literatura juvenil, así que los protagonistas serán adolescentes, en principio siete o ocho, de modo que me toca definir muy bien sus personalidades. Las referencias a El Desencantador serán prácticamente nulas, o en su defecto harán referencia a la mitología de la que hablo, no a Damián y compañía, ni a lo que él ha vivido, salvo muy tangencialmente. La idea es, en caso de retomar a Damián, hacerlo en otro libro de esta saga, de modo que conecten los dos primeros. No sabía que esto de la fantasía era tan entretenido: crear mi propio Buffyverso bien de drama.

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